miércoles, 29 de febrero de 2012

Petra, un paraiso en el desierto jordano

Visitar la ciudad de Petra supone un cúmulo de sensaciones, ya que es uno de los restos arqueológicos más importantes que quedan en el mundo. Sentirás como si viajaras en la máquina del tiempo y te trasladaras al pasado.

La edad de oro del reino nabateo de Petra da comienzo desde el siglo I a.C hasta el siglo I d.C cuando Petra era una ciudad caravanera, ya que unía el comercio de Occidente y Oriente, la conocida ruta de las especias.

En aquella época la riqueza que alcanzaba la ciudad se podía observar en los santuarios construidos durante la época. La historia de la Petra nabatea acabó en el año 106 con la conquista de los romanos, posteriormente la ciudad continuó durante la época bizantina, pero en el siglo VII la ciudad cayó a manos del islam y acabó sufriendo terribles terremotos y fue deshabitada.

Siglos después Petra volvió a ser ocupada por tribus beduinas, pero cuando la Unesco declaró la ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1985, trasladaron a sus habitantes a un pueblo cercano.

Antes de llegar al monumento más famoso de Petra que es El Tesoro, una tumba nabatea excavada en la roca, tendremos que recorrer el Siq un profundo desfiladero de más de un kilómetro de largo, donde las paredes de roca roja son interminables. Como he mencionado anteriormente, al final del camino del Siq nos encontraremos con la inmensa fachada de el Tesoro (Khazneh al-Faroun), debe su nombre a una leyenda beduina en la cual se cuenta que un faraón escondió sus tesoros en la urna de piedra que remata la fachada para protegerlo de los saqueadores de tumbas.

Dentro del templo encontraremos una sucesión de tumbas excavadas en la roca. Fuera del templo podremos visitar un teatro construido en el siglo I a.C.
Gracias a su situación geográfica esta ciudad quedó inexpugnable durante mucho tiempo, incluso los beduinos prohibían a la gente pasar a Petra.

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